martes, 3 de diciembre de 2013

Cómplices secretos

Nacionalismo alemán, racismo, expansión militarizada, homofobia, esclavitud y exterminio son sólo algunas de las claves de aquella época tan maldecida. La Alemania nazi, portadora de estos principios durante más de una década, fue capaz de, como era inevitable, dar lugar a una guerra. Cuando ésta sucede y da por finalizada esa sociedad nazi, es la misma comunidad la que es repudiada, combatida y condenada. Al igual que ocurre con el caso de la fuerte época colonial, la herida abierta era inmesurable. En el caso de los judíos fue una brecha díficil de cerrar, aunque una continua condena a esa tiranía puede servir de fácil ayuda. Nadie tardó en toda Europa y resto del mundo en cuestionarla, llevándonos así a los juicios de Nüremberg. Y ya no son sólo los principios de la persona, sino el propio miedo que se llegó a sentir es el que da lugar a que toda fuente histórica indique unanimidad global frente al suceso.


Es la propia gente que vive una situación concreta la que la siente, evalúa y critica. Es sencillamente una función vital e innata ya que al rodearte en un espacio, involuntariamente lo examinas, y ese ya es un paso. Y es igual de sencilla como necesaria debe ser la permanencia de esa crítica, porque es de ésta de la que hay que aprender. Así fue, más o menos, como lo dijo el famoso historiador apuntando, que aquél pueblo que no sepa su historia se verá de nuevo envuelto en ella. ¿Os imagináis que vuelven a desaparecer los valores de convivencia mutua? ¿De la corrupción del poder? ¿Del sometimiento obligado a las personas? De todas formas no hace falta conocer de primera mano como son esas situaciones, porque, como bien dijo Hitler, la historia la cuentan los vencedores, y puesto que él poco tiene que contar, nos quedan todos los testimonios personales, imágenes y pruebas como información directa. Incluso por quedar, nos queda hasta el sufrimiento de los propios judíos, concretamente el de sus uñas marcadas en las paredes de las famosas cámaras de gas intentando escapar. Viendo esto parece cierto que es difícil que después de Auschwitz haya poesía.


Y después de esto no te preguntas ¿cómo podrían dormir por las noches aquellos que se encargaron de estas atrocidades? Pues a día de hoy pocos de estos responsables te contestará ya que estarán en su santo sitio desde hace algunos años. Pero la contestación no sólo se la deberías exigir a los nombrados, y con esto me refiero a los altos cargos conocidos; al fin y al cabo ellos sólo planifican. Los verdaderos artífices son los que no aparecen nombrados -mayoría, por desgracia-. Aquellos que obedecen y ejecutan de la forma más simple, y nunca mejor dicho, son quienes tienen la última palabra, por así decirlo. Por así decirlo y por así relacionarlo, porque este caso ¿no os suena a algo más reciente? ¿Más en el boca-boca de la calle? Ese cierre de RTVV ¿no deja también varías preguntas sin contestar? Puede ser, pero ¿qué tendrá que ver que se cierre una cadena con que se cuestione la actitud del ejército nazi? Pues, ¿no vuelve a suceder que la última palabra no la han tenido ni directivos empresariales ni dirigentes políticos? ¿No eran los propios 'trabajadores' de la cadena los que salían, durante 2 décadas, mañana, tarde y noche frente a la cámara? Entonces, ¿no son ellos quienes nos leían las noticias directamente? Si no me dicen que me engañan, no tengo por qué desconfiar, ¿no? No tendría que pensar en la existencia de pobreza extrema cuando de lo que me hablan es de grandes proyectos faraónicos. Y ¡ojo!, que la mentira política -en términos de corrupción- molesta, pero una mentira que atente contra las personas, de forma vital, es imperdonable. A algunos aún les tiembla la voz cuando hablan del accidente del metro de Valencia...

El tema es que, aunque a muy diferentes escalas, no dejan de ser casos -conclusiones- similares. Podemos ser responsables de no estar al corriente de todos los sucesos, o de los casos de corrupción -ya que hoy en día se hace difícil contarlos- o de la propia injusticia en si. Pero, el hecho de ser consciente de ella y no condenarla es, valga la redundancia, condenarte a tu gente y a ti mismo. Lo fácil es no verlo, lo díficil es verlo pero lo ético es, sin duda, combatirlo. Ahora podrás reprochar la tesis con numerosas cuestiones filosóficas tipo: ¿y qué es lo ético?, ¿y qué es lo justo?. Podrás buscar todas las explicaciones que quieras o justificar los actos que consideres. Pero mientras lo hagas, también estarás justificando tu actitud en el supuesto caso, estarás consintiendo la continuidad. Llámate cómplice o llámate esquirol en una huelga, pero llámatelo sin ninguna duda.

Por desgracia, y como pueblo que no aprende de la historia, vuelve a aparecer una época ideal para tornar a reflexionar sobre los principios de Nüremberg. La ex-cupula del partido nazi fue juzgada por éstos, y  hoy en día no es que sea impensable una nueva dictadura en Alemania, pero ayuda a que no sucedan cosas similares a las que ocurren aquí. Cuando en España vemos como ministros, alcaldes y concejales, senadores y hasta partidos políticos enteros homenajean dictaduras similares a la alemana de los años 30, estamos viviendo el posible planteamiento de ese modelo. Cuando vemos como la pobreza extrema, desempleo excesivo y deuda escandalosa reinan en España, estamos viendo la situación en la que nace ese modelo. Cuando vemos como se impone una doctrina autoritaria y represora hacia las protestas opositoras, estamos viendo el inicio de ese modelo. Cuando veo gente que es incapaz de observar ese camino al que nos llevan... pongo canal 9.

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