lunes, 4 de noviembre de 2013

Empatia en la retaguardia

Un petardo. Para que explotase tendrías que prenderle la mecha. Para que detonase una bomba, pulsar el típico botón. Para que suba el ascensor, pulsar otro botón. Para que suene el timbre... repetir la historia. Todas estas acciones las sueles hacer por necesidad, hasta incluso la bomba en un momento determinado. Pero, para que uno mismo pulse su propio 'botón' de acción, ¿qué tiene que pasar? ¿Cuál es la necesidad que tiene que perseguirle?

Hay que decir en defensa de algunos, que ya pulsaron su botón hace tiempo. Por ejemplo, tenemos a muchos funcionarios que lo hicieron cuando les rebajaron el sueldo hace unos años, o cuando directamente les suprimieron alguna paga de su sueldo. Pero poco apoyo recibieron de otros sectores. Ahora bien, tampoco vamos a cargar contra esos otros que no lo hicieron, ¿no? Si vivían bien, ¿para qué lo iban a hacer? De hecho, en su apoyo diré, que más tarde si explotaron algunos: por ejemplo, los estudiantes también salieron muy enfurecidos a dar vueltas por las calles gritando por las continuas medidas que se tomaban en sus centros y en la educación en general. La sanidad, que también se ve en un momento dado tocada y casi hundida, se decide también a pulsar su botón. Servicios de limpieza o bomberos, entre otros, son quienes también no les ha quedado otra que salir algún día que otro a ver qué es lo que está pasando, ya que al parecer esto es algo grave. Así pues, uno a uno y de forma individual han ido mostrando su enfado distintos colectivos, acompañados de partidos y sindicatos, gente independiente e incluso músicos dando ejemplo de lo que es una "protesta" contra lo que tomamos, como mínimo de injusto.


Pues, a día de hoy, tras todas esas mareas que se han ido formando y que parecían que no podían aspirar a más, ha aparecido una nueva: las muertes erasmus. Seguro que todos hemos escuchado muchísimas críticas por esta nueva medida de los de arriba. Desde luego que no es de extrañar, totalmente injusta con la que parece que el famosete ministro busca una muerte rápida. Pero lo que tampoco es de extrañar es que se haya llevado a cabo, porque realmente no es una tarea nada difícil. Es sorprendente leer y escuchar críticas de personas de las cuales nunca había oído nada similar, ni siquiera pensaba que tales personas imaginasen que se estaban tomando medidas injustas, que se estaba recortando, que nos estaban persiguiendo. Pero hoy el botón lo han pulsado otros: los de arriba. Han dado con la tecla que ha espabilado a otros tantos que hoy -y veremos cuanto dura la crítica- están volcados plenamente contra el asunto. Nadie se imaginaba tal cosa, pero lo que si es fácil imaginar es que saldrá adelante. Como ha salido la paralización de la convocatoria de empleo público, la privatización continua de los centros educativos y sanitarios, cobrando ambulancias y fármacos de primera necesidad, echando a gente de los hospitales y retirándoles la respiración asistida por no poder cumplir unos, curiosamente nuevos requisitos -como el polémico requisito de las becas erasmus, exacto-, los 500 desahucios diarios -con sus respectivos suicidios-, el robo de millones de pensiones, las palizas de los 'mozos de la cuadra', entre otros.


La lección hoy no es que seguimos en una supuesta crisis, ni de que hay que ahorrar/recortar, ni de nada por el estilo. La lección hoy es que nos hemos vuelto a quitar la máscara. Como siempre, la hemos vuelto a dar nosotros; como la dimos en las urnas, como la dimos al criminalizar la protesta de los mineros o mirar para otro lado como si fuese un asunto exclusivamente de ellos, como la damos a la hora de creer fielmente a los medios de comunicación y defender con uñas y dientes lo que digan, como la damos día a día en mirar nuestro ombligo como único del mundo.


Si esta estafa que han lanzado a los estudiantes erasmus ha hecho efecto para que unos cuantos más abran los ojos, perfecto. Pero, lo que si sería perfecto es que no se den un lavado de cara por poner una crítica de 140 caracteres en tuiter, compartir citas de un periodista en feisbuk o firmar en la típica página para enviar todas esas firmas al congreso, parar la medida y dar todos juntos saltos de alegría. ¿Imagináis como consiguió el movimiento obrero la reducción de la jornada laboral? Seguro que saliendo a la calle gritando "estas son, nuestras armas", "no nos mires, únete". Desde luego que lo más vergonzoso de este país no son las medidas que se toman, las declaraciones vergonzosas de la casta política o los abusos de esos perros guardianes y banqueros sinvergüenzas, sino que, siendo seguramente un 90% de la sociedad la que sufra todas las consecuencias directas, esperemos a sufrirlas personalmente y tener el agua al cuello. No nos vale que nos las cuenten, tenemos que sufrirlas, porque aquí hace ya años que se perdió la empatía por el vecino, si es que alguna vez la hemos tenido...

Pese a que suene feo, si lo piensas no me falta razón al decir que para lo manipulables que somos, poco es lo que nos está pasando. En una situación tan tremendamente insostenible, ¿nadie tiene la necesidad de pulsar el botón de la bomba de la que hablabamos?

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